domingo, 29 de junio de 2008

El cazador de historias

Era una mañana de domingo, cuando caminaba por un barrio muy parecido a los barrios de Cuba, escapando del frío, caminé del lado del sol de Junio sobre mis hombros.
Las casas viejas me recordaban a La Habana, las rejas, las veredas pequeñas y algunas personas que caminaban por la calle, me llevaban de tanto en tanto a aquellos días, pero el viento de las esquinas, me traía de regreso aquí.
Con mis ojos mirando mis pasos y mis manos en los bolsillos me disponía a regresar a casa, después de una noche de son y de Caribe.
De pronto, me percato de un fuerte olor de tabaco. Cuándo miro detrás de un vidrio opaco de un bar, un viejito de tez morena, sentado a una mesa, acompañado de un vaso (que después sabría que era de ron) y el humo de su habano llenaba el restó.
Al pasar por la puerta, escucho apenas con el poco oído que me quedaba de esa noche, el característico tum-tak de un bongo y una guitarra, que acompañaba a una voz nasal, que por casualidad, como un juego del destino, cantaba la primera canción que había escuchado al visitar Cuba.
Hice tres o cuatro pasos y me volví, me apoye en el marco de la puerta y empecé a escuchar si era realmente esa canción... "De Alto Cedro voy para Marcané, llego a Cueto voy para Mayarí..." me quedé calculo hasta la mitad del tema, cuando el viejito con su boina miró sobre sus hombros, se sonrió y me dijo:
- Oye niño, pasa y siéntate, que vas a echar raíces.
Aparto una silla y lo acompañé, vino el mozo con un vaso, que se cruzó con una botella de ron, casi antes de tocar la mesa.
- No gracias -dije- ya tomé demasiado.
- Sirvete chico, yo invito - me dijo el viejo.
El tono de su voz ya me decía que no era de aquí.
- ¿Cuanto has tomado?
- Bastante - contesté.
- Bueno, pero siempre hay lugar para otra copita de ron- me dijo- y terminó de llenar el vaso por segunda vez.
- ¿De donde es usted?-
- De Cuba chico -
- Si, ¿Pero de que parte?-
- De un pueblito cerca de Sierra Maestra; ¿Y tu de donde vienes?-
- De zona norte...-
- ¡ No ! ¿De donde vienes ahora?-
- De bailar, de un boliche de salsa -
- ¿Salsa? ¿Donde?-
- Acá a seis cuadras más o menos...-
Y así comenzamos una larga charla, hablamos de músicos, cantantes, de Cuba, del Che, la revolución y que los mejores habanos eran los que hacía su compadre en La Habana, mientras seguíamos tomando, la guitarra, seguía sonando.
Entre sueño, borrachera y ojos brillosos, me contó que tenía un hijo que cantaba salsa, pero ahora estaba de gira, seguimos tomando y el viejo se fumó el habano hasta el final, el sol ya molestaba y la última gota de ron cayó en mi vaso. ¡ Por fin ! , termino este vaso y me voy, me dije, cuando me di cuenta que la guitarra ya no sonaba y que el del bongo, ya no estaba.
Mi compañero de mesa, miró su reloj, se levantó, saludo al de la barra, me dio un fuerte apretón de mano que me sorprendió.
- Que llegues bien y termina tu vaso chico, ya está pago -
- Adiós Ibrahim ! -
Se escuchó cuando salía.
Bajó su boina como saludando y se perdió entre las calles.
Bueno... me quedé solo..., hice mi último esfuerzo, terminé mi ron, me levanté, saludé al dueño que era el de la barra, no sin antes patear sin querer una silla y pegarle con el hombro al marco de la puerta y salí haciendo equilibrio por la vereda rumbo a la estación.
Del viejito, con respeto, no tuve mas noticias hasta tres semanas después, cuando vi su foto en los diarios, con un epígrafe que decía "El adiós a un sonero" y el resto de la nota que contaba de su fallecimiento... ¡Era el viejo! ¡Y no lo sabía!
No ves, muchas veces estuve cerca de personas o de oportunidades que podrían haber cambiado mi camino o mi destino, y nunca logro darme cuenta.
Pero bueno, esas son otras historias que si puedo algún día les voy a seguir contando.
Un abrazo.
El cazador de historias.